Las palabras, siempre fueron aquello que determinan, de alguna u otra manera cómo te vas a sentir, a lo largo del día, a lo largo de la vida. Con esa inmensa connotación que las hace resonar en nuestras mentes en un constante vaivén, en una hermosa sinfonía.
Tus palabras, te pertenecen, son tuyas y podés hacer con ellas lo que tu corazón dicte, podes llevarlas lejos, guardarlas en tu alma, o expresarlas al mundo; escribirlas, tirarlas, gastarlas, protegerlas. Y aun así, elegís dármelas a mí.
Tienen magia, porque tu persona inspira eso, porque tu cuerpo emana tal vibración que cada palabra que sale de tus cuerdas vocales dibuja en mi alma una significación mágica. Me movilizan, se impregnan en mí, entran por cada célula expuesta hasta llegar a mi corazón, y hacerlo latir, al compás de lo expresado, de lo dicho.
No te gusta usar la palabra, no te gusta expresar tus sentimientos, gritarlos a los cuatro vientos. Y justamente por eso, es que son mágicas. Esos arranques de sinceridad tan característicos que hacen que tus ojitos brillen, que tu corazón se acelere y que tu alma se sienta expuesta. Y a pesar de esas sensaciones tan fuertes, tan nuevas en tu vida… Elegís dármelas a mí.
Cada vez que salen de tu alma, en palabras, aquellos sentimientos que tanto me hacen volar, pienso en todo lo que me rodea, y me digo a mí misma que todo lo que siento tiene sentido. La connotación de tus palabras en mi corazón es tan fuerte, que cada diminuta letra de todo lo que decís, las puedo sentir viajando por mi piel, buscando mi corazón, refugiándose en tu amor. Inhalo cada sensación, el ambiente me envuelve, te miro y lo único en lo que pienso es en cómo la magia de tus palabras retumba en mi alma.
